TuSecreto

Tu Secreto, Argentina

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4/3/2009

Libro TuSecreto Parte 4

DEJA TUS SECRETOS EN LAS FIRMAS!!!
Bajate el libro: http://www.santiagosarceda.com.ar/blog/2009/emprender/871.tusecreto-en-pdf/

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Cuando voy a algún bar y me sirven en vasos descartables,
los muerdo y rompo porque pienso que los van a lavar para
volver a usar.
En general cuando estoy solo en un balcón y hay una planta
cerca, tengo miedo que cobre vida, me empuje y todos
crean que me suicidé.
Detesto que las minas se paseen en bolas por el vestuario
y encima que se sienten en los bancos sin ropa. ¡No es tu
casa! Lo peor es ver a las viejas, que son las más nudistas
de todas.
Cuando era chico siempre escupía el parabrisas del Chevy
rojo de mi vecino Cacho. No sé por qué lo hacía, no era nada
personal, pero siempre que volvía de noche a casa o iba al
kiosco, me fijaba que no hubiese nadie y le metía un terrible
pollo al Chevy del lado del conductor. Una vez Cacho me
preguntó si sabía quién era el hijo de puta que le escupía el
auto. Le dije que no, y seguí escupiéndoselo. Al poco tiempo
se murió de cáncer. Desde ese momento nunca más escupí
el auto de nadie por miedo a que mi escupida sea mortal.
Me corto el pelo yo mismo porque me imagino que si voy a
una peluquería el peluquero va a aprovechar alguna distracción
mía para clavarme una tijera en la nuca o la espalda.
Le tengo mucho miedo a los globos. Tengo miedo de que
exploten.






fobias, miedos y manías 119
Cuando voy al telo, me paso treinta minutos tapando los
espejos con toallas para evitar ser filmado por las cámaras
secretas que el dueño del telo ubica estratégicamente. Me
lo imagino mirando los diferentes monitores desde su guarida,
el muy guacho. Lo peor es que mi amada me tiene que
esperar viendo la tele mientras yo tapo todos los espejos
cuidadosamente.
Cuando alguien estornuda en la calle y paso por al lado, no
respiro durante diez segundos. ¡Mirá si me contagio algo!
Tengo miedo de que las puertas automáticas, como las que
hay en los supermercados, no me reconozcan como un objeto
animado y no me abran. Me imagino en ese momento,
chocando contra el vidrio y todo el mundo mirándome y
matándose de risa. Y yo gritando: “¡No me detectó, no me
detectó!”.
Flasheo que las palomas de Plaza de Mayo me atacan cuando
paso por el medio, por eso hago movimientos espásticos
de defensa que me hacen quedar como un boludo. Ahora incorporé
uno nuevo: simulo rascarme la cara mientras paso,
así si las palomas se me vienen encima, pegan en la mano.
Lo raro es que no sé si alguna vez chocaron con alguien,
más bien creo que son aviadoras de excelente nivel.
Entro tres veces por día al Home Banking para ver si mi plata
sigue ahí. Me da mucha paranoia pensar que se puede caer
el sistema bancario y todos mis ahorros desaparecer.





Al llegar a mi casa, especialmente cuando es de noche, lo
primero que hago es correr la cortina del baño para asegurarme
de que no haya nadie; según la época, fantaseo que
puede haber un muerto o un ladrón.
Me da miedo atender el teléfono.
¡No quiero que me asciendan! Me quiero quedar con mi trabajito
fácil. Gano más que bien para lo que necesito y no soy
para nada ambiciosa. No quiero que me asciendan más, no
quiero más responsabilidades. Me da miedito.
Le tengo miedo a la cadena nacional. Desde chica me pasaba
que al ver que en todos los canales aparecía la misma
bandera flameando, y se oía a un locutor con voz de ultratumba
hablando en forma monótona, pensaba que nos habían
invadido extraterrestre y emitían un comunicado por
la tele.
Cuando subo a un ascensor, calculo el momento exacto en
el que debería saltar en el caso de que el ascensor se cayera,
para quedar en el aire en el momento justo en que se
estrelle.
Le tengo miedo al televisor cuando se ve la estática.
Cada vez que salgo de un negocio con detector de alarmas,
me da pánico que empiece a sonar y todo el mundo me mire
como a una ladrona.







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A no ser que sea un paquete nuevo, siempre tiro la primera
galletita.
Cuando hago lo segundo en el baño de la facultad, tengo
miedo de que me reconozcan viendo mis zapatillas por debajo
de la puerta. No se imaginan lo incómodo que es intentar
hacer lo que tengo que hacer con las patitas levantadas.
Tengo una manía con el control remoto de la tele. Siempre
dejo el volumen en números pares y si estoy con alguien y
tiene el control y no lo deja par, me pongo nervioso y sin
que se dé cuenta lo cambio.
No puedo dormir con los pies destapados, ni siquiera en
pleno verano. Me da miedo que algo me los agarre.
Siempre que abro una hornalla y no prende, por más que
apriete el encendedor, me desespero. Cierro la hornalla y
abro las ventanas, porque pienso que si prendo el encendedor
voy a hacer explotar todo por los aires.
Cada vez que el lavarropas empieza a centrifugar me tengo
que alejar porque me da miedo que explote.
Cuando me estoy afeitando o haciendo algo frente al espejo,
me pongo a pensar en qué pasaría si mi imagen reflejada
llegase a hacer algún gesto o movimiento que yo no hiciera.
Creo que me agarrarían tres infartos juntos. Siempre intento
apurarme para perder de vista el espejo lo antes posible.







fobias, miedos y manías 121
Me dan miedo los plumeros. Sí, los plumeros. Y ya dejó de
ser miedo, pasó a ser pavor total.
Tengo fobia y repulsión a las venas. Nadie me puede tocar
las muñecas porque siento que me duelen los brazos.
Odio cuando me invitan a comer a una casa en donde se
reza antes de comer para bendecir la mesa. La verdad es
que tanto misticismo me aterra.
De noche me despierto varias veces y entro despacito al
cuarto de mis viejos para comprobar que respiren bien. Alguna
vez los arropé y se despertaron, así que saben que tengo
esta manía desde muy chica. Es que son mi vida, me muero
si les pasa algo. Estoy trastornada de amor por ellos.
Me dan un miedo que me paraliza los chicos coreanos/chinos
de los supermercados. Nunca entiendo cuando hablan,
tal vez digan “¡Matala!” y yo como si nada.
No puedo evitarlo, cada vez que me siento frente a una computadora,
sea cual sea, tengo la necesidad de vaciar la papelera
de reciclaje. Me pone nervioso que esté llena.
Caliento la lechuga en el microondas del trabajo porque me
da asco comerla fría.
Siempre que me lavo los dientes, trato de dejar la pasta dental
sobre el cepillo como en la publicidad.








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No soporto que el papel higiénico quede con la parte que
cuelga por delante del rollo. En mi casa, en la de mis viejos,
y en el laburo lo doy vuelta, pero en las casas ajenas me
tengo que contener, porque ya me pasó que el anfitrión tuviera
la misma manía... pero a la inversa.
Siempre desconfío de los conductores que, cuando están
doblando, te hacen señas para que avances. Pienso que
son asesinos maniáticos y que al segundo en que camine
frente a su coche van a acelerar y atropellarme. Por eso
cada vez que alguien me hace la seña para que avance, lo
hago corriendo.
Siempre que llamo a alguien por teléfono repito mentalmente
unas nueve veces cómo lo voy saludar.
Tengo la manía de sincronizar todos los relojes de mi casa a
la misma hora. Para eso llamo al 113 y voy cambiando de a
uno. Imagínense cuando se corta la luz, puedo estar horas.
Siempre que tengo que colgar la toalla, las puntas tienen
que quedar bien parejas. Si no me pongo extremadamente
nervioso.
Hace unos años, después de ver The Truman Show, la película
con Jim Carrey, salí a la calle a ver si los autos me pisaban
o no. Encaré al primero que pasó, un Falcon, que no
llegó a frenar y me calzó en la pierna. Estuve cuarenta días
con yeso. Sí, soy un forro, pero nadie me filma.






fobias, miedos y manías 123
Cada vez que le doy un mordisco a algo que tiene migas (galletitas
o pan) inconscientemente le doy unos golpecitos con
el dedo como si fuera un cigarrillo. Soy un vicioso.
Cada vez que veo un encendedor transparente, no puedo
evitar moverlo hasta hacer que el líquido transparente quede
de los dos lados a la misma altura. Algunos roban encendedores,
yo los emparejo.
No puedo evitar agarrarme las tetas cuando corro o bajo las
escaleras para que no me duela cuando rebotan... ¡Cuesta
llevar unas 90 encima!
Acabo de mandar mi primer curriculum vitae para un posible
trabajo. Nunca estuve tan nervioso en mi vida. Mirá si
me llaman para laburar, ¡un bajón!
Me fascina el olor a pelo quemado. Cada vez que puedo me
quemo los pelos del brazo con un encendedor.





124 www.tusecreto.com.ar
capítulo trece
en la calle

Cuando voy sentada en el tren o en el colectivo y sube una
vieja me hago la dormida. Pero esto es bastante común. Lo
peor es que cuando voy parada y sube una vieja, soy de las
que gritan: “¡Un asiento para la señora!”, y con la vieja le saco
el cuero a los que se hacen los dormidos. ¡Típica garca!
Cuando voy en el auto y veo que hay un semáforo en rojo
me encanta llegar a las chapas y clavar los frenos en los últimos
cinco metros. Así los que pasan en verde se pegan el
cagazo de su vida.
Cuando voy en el colectivo, me resulta inevitable fijarme si
alguien está leyendo algún libro, e intentar leer la tapa. No
soy un gran lector, pero me intriga saber qué lee la gente. En
alguna oportunidad me bajé por la puerta de adelante con
el único fin de develar el misterio de un lector sentado en el
primer asiento.
Cuando voy en el bondi me da asco ver a la gente que, cuando
el vidrio está empañado, le pasa la mano como si nada,
es repulsivo.




128 www.tusecreto.com.ar
Un día estaba escuchando música mientras viajaba en colectivo
cuando de pronto se me agotó la batería del reproductor
de MP3. Como me daba vergüenza dejar de escuchar
cuando hacía sólo cinco minutos que me había puesto los
auriculares, pasé la hora de viaje con los auriculares puestos
sin escuchar absolutamente nada. Cada tanto movía la
cabeza y todo.
Cuando estaba embarazada subía a los colectivos segura
de que me darían el asiento y así era. Pero un día, no sé por
qué, pasé directo y me senté sin pagar el boleto. El colectivero
me vio tan convencida que no me dijo nada, supongo
que le habrá dado cosa decirme algo. En medio del viaje
me di cuenta de lo que hice y fui a sacar el boleto muerta
de vergüenza.
Cuando viajo parado en el colectivo y me agarro de los
caños hago fuerza para que se me noten los músculos.
Le hablo a mi auto mientras manejo.
Cuando viajo parado en subte, me da miedo que se corte la
tirita que sostiene la argolla de la que voy agarrado, por eso
me agarro de varias a la vez.
Se me escapó un gas muy ruidoso viajando en colectivo.
Para disimularlo intenté hacer el mismo sonido con mis zapatos
frotándolos entre sí y contra el piso. Pero el olor me
delató.






en la calle 129
Me paro frente a la puerta trasera del colectivo con la mano
cerca del timbre y no lo toco. Me encanta ver la cara de desesperación
de la gente cuando están a dos metros de la parada
y tocan apurados el timbre. Yo los miro con cara de
“Ah... ¿Te querías bajar?”, y sonrisita de suficiencia.
Detesto a la gente que se sienta en los asientos dobles del
colectivo del lado del pasillo, y para colmo cuando querés
pasar a sentarte te ponen cara de culo.
Tengo 30 años y cuando viajo en colectivo juego a que mi ojo
es una metralleta. Soy una asesina serial, cuidado conmigo.
Creo que por algún motivo la gente no se sienta a mi lado
en el colectivo. Sólo lo hacen cuando no queda otro asiento
libre. A veces, cuando viene una chica y se sienta como si
nada, dejando de lado otros asientos en oferta, yo hago planes
mentales para que nos casemos.
Una vez en el tren vi a un viejito muy humilde, que sacaba
las últimas monedas del bolsillo y compraba un chocolate
de $1. Enseguida me hice la película de que era para su hijita
y que lo compraba con todo el sacrificio, para llevar una alegría
a la casa, teniendo quizá que caminar por haber usado
las monedas del bondi, y me puse a llorar. Me siento Al Pacino
en Analízame.
No puedo manejar la ansiedad en los colectivos. Apenas
subo siento que tengo que tirarme por la ventana.






Me da asco sentir el asiento del colectivo caliente cuando alguien
se acaba de levantar. Sólo me siento en asientos que
estén libres en el momento de subirme.
Cuando viene el subte me da escalofríos y reviso que no
haya nadie sospechoso atrás de mí que pueda empujarme
a las vías.
Me molesta sobremanera cuando la persona desconocida
que está sentada a mi lado en el colectivo, ni bien se desocupa
otro asiento, se cambia.
Cuando viajo en colectivo y tengo que ceder el asiento, me
fijo siempre en los zapatos que lleva la vieja en cuestión. ¡Si
tiene tacos, no le cedo nada! Si puede caminar con tacos
también puede ir parada en el bondi. Sólo cedo el asiento a
una persona MUY mayor que ande en alpargatas o zapatos
bien chatos. Es terrible cómo la gente vieja no quiere aparentar
ser tan vieja hasta que se sube a un colectivo o medio
de transporte.
Cuando paro el colectivo, siempre me paro con los pies juntos,
el pecho para afuera y estirando el brazo y la mano,
como si hiciera el saludo nazi. Me da mucha gracia hacer
eso en el medio de una avenida y que a nadie le llame la
atención.
A veces cuando me bajo del auto en el garage de casa, le doy
una palmadita en el capot como diciéndole “buen trabajo”.






130 www.tusecreto.com.ar
Cuando voy al trabajo a la mañana y el colectivo esta bien
pero bien lleno, me encanta ir hasta el fondo golpeando a la
gente pidiendo permiso y disculpas respetuosamente. Es lo
único que me saca el mal humor matutino.
Una vez estaba viajando en el colectivo e iba escuchando en
el walkman un programa de radio que me estaba causando
mucha gracia. En un momento no aguanté más y me salió
una carcajada terrible. El tipo que estaba sentado a mi lado
me miró y se cambió de asiento. Qué vergüenza.
Todas las mañanas cuando me tomo el subte para ir a la facultad,
me gusta hacerme el distraído, como que estoy mirando
una revista del kiosco y no me di cuenta que vino el
tren. Así cuando está atrás de mí y escucho la alarma, empiezo
a correr desesperado para tratar de entrar. Me encanta
la adrenalina que siento y que la gente me mire como si
fuera Indiana Jones.
Cada vez que cruzo una avenida me imagino que soy un
Beatle posando para la tapa de Abbey Road.
Odio cuando la gente en el colectivo me ve con el dedo apoyado
sobre el timbre y parado al lado de la puerta pero igual
me pregunta “¿Bajás en la próxima?”. Me da tanta bronca
que nunca contesto.
Una vez me dieron el asiento en el bondi creyendo que estaba
embarazada. Pero no, sólo estaba gorda.






en la calle 131
El otro día iba en el bondi sentado. Había una pareja joven
de sordomudos (parados) comunicándose. Yo toqué a uno
de ellos con mi mano y le dejé mi asiento. Me siento como
el orto, no tiene nada que ver su discapacidad con la necesidad
de sentarse.
Cuando estoy sentado en el asiento del lado de la ventanilla
en el colectivo y me tengo que bajar, odio que la persona
que está del lado del pasillo no se levante para dejarme
pasar. Los muy hijos de puta apenas se tiran para atrás unos
centímetros, ni siquiera corren las piernas para el lado del
pasillo. ¡Córranse, soy gordo, no paso!
Cuando sube un vendedor ambulante al colectivo con algo
que me interesa, me da cosa ser el único que le compra. Si
no compra alguien antes que yo, no compro. Es que no me
gusta causar tanto revuelo por mí solo.
Cuando vuelvo del colegio en colectivo, para pasar el tiempo
me pongo al lado de la gente y juego a soplarle el pelo. El
juego termina cuando se dan cuenta de que soy yo.
Me da mucho miedo cuando los colectivos doblan muy rápido
en una esquina porque se inclinan demasiado y pienso
que van a volcar.
Cuando me vuelvo en tren de la facultad, siempre tengo un
libro medio intelectual guardado por si se me sienta una linda
chica al lado. El otro día leí El aleph, no entendí ni jota.






132 www.tusecreto.com.ar
En mi auto tengo grabado un cassette con la música de la
película Volver al futuro. Siempre que la canción está por llegar
al final, debo alcanzar determinada velocidad. ¡Cuando
no lo logro me pongo loco!
Soy un Guardia Urbano y cruzo mal la calle.
Cuando sube una mujer de 50/60 años muy arreglada, con
tacos altos, peinado de peluquería, llena de joyas y ropa al
cuerpo, me encanta pararme y cederle el asiento. ¡Se quieren
matar!
Una vez en el colectivo se subió el mismo payaso que siempre
se subía a contar los mismos chistes de siempre. Entonces
cuando se acercó a darme un caramelo y a pedir plata,
le di unas monedas, pero además le dije: “Che, loco, esos
chistes ya te los escuché mil veces, contá nuevos”, como
para hacerme el amigo. El payaso muy guacho, recordándoles
a todos los pasajeros que él era un desempleado con un
montón de hijos, dijo que yo le había pedido un chiste más,
así que contó otro (que encima ya había escuchado). El chiste
era malísimo, y todo el mundo me miró con cara de culo
durante todo el viaje.
El otro día le cedí el asiento a una señora en el colectivo y no
pude evitar decirle: “Eso es PRO”.
Siempre que escucho música por la calle, me imagino protagonizando
el video clip de la canción.






en la calle 133
El otro día caminando por Corrientes iba muy apurada, balanceé
demasiado los brazos y sin querer le toqué el bulto
al tipo que venía caminando atrás. Alcancé a escuchar un
“Opaa”, me hice la boluda y empecé a caminar rápido.
Desde entonces camino con los brazos bien pegados al
cuerpo, como si fuera Clemente.
Siempre miro a la gente a los ojos. En el subte, en el colectivo,
en cualquier lado. Me gusta cómo se incomodan y hacen
lo imposible por no mirarme.
Tengo una manía que me vuelve loco; antes de subir al bondi
cuento las monedas veinte veces para ver si está todo. No
contento con contarlas antes de que llegue, sigo contando
hasta el momento en que estoy en la escalera. Más de una
vez se me fue el bondi por nabo.
No me gusta pasar a las viejas en la vereda, me da lástima
que piensen que caminan lento. Pobres.
La primera vez que viajé en subte lo paré como si fuera un
colectivo. Soy un boludón.
Cuando viajo en colectivo pienso que todas las personas
que están afuera se mueren y los tripulantes del colectivo
somos los únicos sobrevivientes del planeta. Me imagino a
qué mujer elegiría para procrear la especie, con quién seguramente
me pelearía por diferencias, quién sería el líder del
grupo, etc.






134 www.tusecreto.com.ar
Una mañana estaba en el colectivo, había un tremendo tufo,
y le pregunté de compromiso y amablemente a una señora
que iba sentada si me permitía abrir la ventanilla. Estaba a
punto de hacerlo, cuando contrariamente a lo que esperaba
me contestó: “No, no la abras porque me despeino”. Me
quedé duro, no esperaba una respuesta así, y con la calentura
que tenía no le dije nada, pero en cuanto pude le escupí
directamente el peinado espumoso de peluquería que lucía
tan oronda.
Todos los días me subo al bondi y pido el boleto con un
acento distinto; español, cordobés, extranjero que habla
mal español. Lo peor es que nunca puedo contener la risa,
soy un boludo.
Cada vez que estoy por bajar del colectivo y algún hombre
se baja antes que yo, imagino que se va a dar vuelta para
darme la mano y ayudarme a bajar. Nunca pasa. ¡La puta
madre! Podrían ser más caballeros los hombres, ¿no?
Hace unos años, haciéndome el atlético, subí al colectivo de
un salto antes de que frenara. Me agarré perfectamente del
pasamanos, puse el pie derecho en el estribo, pero la cagada
fue que tomé tanto impulso que me di la frente contra el
espejo lateral. Cuando subí al colectivo había tres estados
de ánimo: el de los pasajeros, que se cagaban de risa abiertamente;
el del chofer, que me hablaba y me decía algo así
como que tenía que pagar el vidrio roto; y el mío, que entendía
todo a medias gracias al tremendo golpe.




en la calle 135
Siempre que me estoy por bajar del colectivo, toco el timbre
dos o más veces para hacer encular a los choferes. Eso fue
hasta la semana pasada, cuando un chofer me cerró la puerta
y no me dejó bajar. Me hizo pasar un papelón.
Creo ser la única persona que lee todas las noticias de Info-
Trans en el colectivo.
Cuando viajo sentado en colectivo, me encanta ir haciendo
amagues acomodándome como para levantarme y bajar.
Las viejas vienen a amucharse cerquita mío, peleando para
mantener la pole position. Entonces me reacomodo y sigo
leyendo. Lo mismo cuando voy manejando y veo algún
“cuida coches”. Pongo las balizas, reduzco la velocidad, y
cuando veo que se dirige hacia el lugar libre, le hago saber
que “ese” lugar no me agrada.



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capítulo catorce
locuras

Le hablo a mi gato. Hasta acá no es muy extraño, el problema
es que a veces me responde. Nadie me cree, pero yo estoy
convencido de que usa frases básicas como “por favor”,
“abrime”, “tengo sueño”, o “chupate esta mandarina”.
Cuando estoy en un boliche, camino entre la gente poniendo
caras y sacando pecho como si fuera el centro de atención.
Pero sé que no me mira nadie.
Metí el brazo en el secarropas mientras todavía estaba funcionando.
Estuve enyesada por dos meses. ¡No pensé que
tuviera tanta fuerza!
Hace muchos años me contaron que entraron ladrones a
una empresa y obligaron a los empleados a quedarse en
ropa interior. Desde que empecé a trabajar, todas las mañanas
antes de salir me miro la bombacha en el espejo para
ver cómo me queda.
Sequé una remera en el microondas. No estaba apurado,
sólo quería hacer la prueba.





140 www.tusecreto.com.ar
Siempre que subo a una escalera mecánica, me dan muchas
ganas de fingir un ataque de pánico y empezar a gritar: “¡NO
ME OBLIGUEN OTRA VEZ, NO ME OBLIGUEN!”. Me pregunto
cuál sería la reacción de la gente.
Me hubiese encantado tener un nombre con tilde, ya sea “Nicolás”,
“Tomás”, o “Benjamín”. No sé, ¡tiene más actitud!
Cuando se van mis padres, tengo la necesidad imperiosa de
bailar malambo y hacer las coreografías que imagino en mi
mente. Siempre me imagino que soy un Power Ranger bailando
malambo. Tengo miedo de que algo malo esté pasando
en mi cabeza.
Tengo 47 años, y cada vez que me baño hago de cuenta que
soy una stripper y que del otro lado de la mampara hay una
multitud mirándome bailar.
Le busco formas a las milanesas. No puedo comerlas hasta
no encontrarle alguna forma. La mas común es la de la Argentina,
sale casi siempre.
Cuando voy al cine me quedo viendo los créditos finales esperando
ver alguna toma extra. Cuando por fin la veo, siento
lástima por todos los que se fueron antes. Casi siempre
las tomas extras no valen la espera, pero lo sigo haciendo.
Por tacaña me quedaron cuarenta patacones entre mis
ahorros.







locuras 141
Me emborracho para ir a votar.
Cada vez que en una película dicen algo como: “Quedan dos
minutos antes de que estalle la bomba”, me pongo a contar
los segundos a ver si la escena está hecha en tiempo real o
se mandan un bolazo.
No me gusta tener ahorros en billetes. Prefiero las monedas,
me hacen sentir que tengo mucha más plata de la que
tengo en realidad.
Saludo dos veces a los clientes que entran en mi negocio.
Primero el saludo verbal, “Buen día”, y segundo el saludo
mental: ““¡Hola mi amor!”, “Hola mariconazo”, “Inventaron
el jabón, ¿sabías?”, etc. Últimamente me genera mucha adrenalina
pensar que se me puede escapar el saludo mental.
Robo pequeñas cosas y después las devuelvo diciendo que
las encontré tiradas. Todo para caerle bien a la gente.
El otro día leí un secreto de un flaco que desfilaba en bolas y
con bufanda cuando estaba solo. Para hacerme el chistoso,
le conté ese secreto como propio a mi novia. Pero me salió
mal: la muy perra me exigió que lo hiciera adelante de ella,
así que terminé modelando en bolas por mi casa el sábado
a la noche.
Cuando me afeito me gusta cantar la canción “Sal de ahí /
chivita chivita / sal de ahí / de ese lugar”.







Duermo como un jugador de fútbol haciendo la barrera; con
una mano tapándome “la zona” y la otra en una teta. Es un
tanto extraño cuando tengo invitados a dormir.
No soporto la alarma del microondas. Siempre que está por
sonar, voy y lo apago. ¡Es realmente molesta!
Le pinto la cara a Belgrano en todos los billetes de diez pesos
que pasan por mis manos. A algunos les pinto el maquillaje
del bajista de Kiss.
Generalmente en la bajada de las autopistas se amontonan
muchos autos. Como la cola es tan larga, cuando se hace un
espacio libre empiezo a largar el freno despacio para avanzar
sólo un poquito. Me divierto mirando por el espejo la
cantidad de autos que avanzan ese poquito que avancé yo.
Así freno y vuelvo a hacerlo hasta que por fin pueda salir. De
alguna manera tengo que pasar el tiempo.
Tengo una pecera con cuatro goldfish. Como me intrigaba
saber cuánto podían comer, les tiré como medio frasquito
de alimento. Ya se me murieron tres y el cuarto está en las
últimas, qué boludo.
Todos los días me hago entrevistas a mí mismo. No lo puedo
controlar. Recorro toda mi casa y hago diferentes voces para
el que pregunta y responde. Así he resuelto muchos problemas
de mi vida, pero no se lo recomiendo a nadie porque
calculo que debe ser medio enfermo.






142 www.tusecreto.com.ar
Marco en el almanaque los días que hago el amor con mi
novio.
Me gusta morderle las orejas a mi gato.
Siempre que bajo solo en el ascensor me miro al espejo y
hago como si conduciera el reality show de mi vida, contando
adónde voy a ir y qué voy a hacer.
No puedo cagar sin leer la guía de teléfono. Cuando me dan
ganas en una casa ajena y pido la guía me miran con cara
rara.
Paso mucho tiempo mirando todas las fotos en las que salí
bien.
A veces, cuando mi familia se va a dormir, a eso de las 2 de
la mañana salgo al pasillo de mi edificio, voy hasta la escalera
y me desnudo completamente, dejo la ropa en un rincón
y empiezo a subir los pisos en bolas. Me encanta la adrenalina
que se siente a medida que te alejás de la ropa, sentir el
riesgo de que alguien abra la puerta y te encuentre así... El
corazón me late a mil, hasta ahora nunca me agarraron. Sí,
ya sé: necesito medicación.
Cuando hablo por teléfono tengo la necesidad extrema de
pararme arriba de una silla. Lo peor es que no me doy cuenta
y cuando corto de repente estoy ahí. Un día casi me pego
un palo horrible.







locuras 143
Odio a los extraterrestres. ¡No me dejan dormir!
Como el cable de los auriculares no me llega al bolsillo, llevo
el reproductor de MP3 en el corpiño.
Creo que soy un soldado del ejército napoleónico. Cuando
salgo con paraguas a la calle lo uso como si fuese un mosquete
y marcho en formación cerrada.
A veces, cuando estoy cagando, me imagino en un pastizal
de América central antes de la colonización.
Me molestan terriblemente los aplausos, vayan dirigidos
a mí o no. Sobre todo cuando son golpes dispersos y sin
ritmo. Si es toda una multitud, no tanto.
Discuto sobre política con mi pene. Mi mamá se cree que
hablo por teléfono. Tengo 33 años y hace diez que lo hago.
Cuando me lavo los dientes escupo la espuma que se forma
y me hago el epiléptico mientras me miro al espejo.
Cada vez que escucho la canción del mundial Italia ’90 se
me pone la piel de gallina.
Cada vez que voy a un baño que no es el mío, trato de encontrar
su “punto silencioso”. Todos los inodoros lo tienen,
es justo ese lugarcito en el que meás y no hace ese ruido
delator.









144 www.tusecreto.com.ar
Pareciera que no me gusta que me canten el “Feliz cumpleaños”.
Pero el problema es simplemente que no sé qué
hacer cuando me lo están cantando. Hace dieciocho años
que me lo cantan y desde que tengo uso de razón, cada vez
que me lo cantan me pregunto: “¿Qué hago ahora? ¿Me río?,
¿aplaudo?, ¿canto? ¿Aplaudo y canto?, ¿acomodo las velitas?
¿Abrazo a alguien que este por ahí?”.
Me encanta escuchar las conversaciones ajenas en bares,
restaurantes, medios de transporte, por la calle... ¡donde
sea! Cuando estoy sola está todo bien, el problema es cuando
estoy con alguien y tengo que disimular, porque realmente
a veces me interesa más lo que hablan los demás que
lo que me habla la persona que está conmigo. Para colmo
detesto tener que irme del lugar porque obviamente tengo
que dejar de escuchar la charla y sólo me queda imaginarme
cómo sigue la historia.
Cuando estoy solo me da por cantar y bailar sevillanas.
Soy hombre pero desde hace ya varios años hago pis sentado.
Directamente ya no puedo hacer pis de parado.
Tengo 14 años y me gusta jugar a que soy un soldado del
año 1850.
Cada vez que voy al baño a cagar me tengo que desnudar.
No lo puedo evitar, es como si al descargarme necesitara
estar puro.






locuras 145
Me copa hablar con las telemarketers que llaman para ofrecer
productos o servicios. Sólo una me admitió que estaba de
novia y todas coinciden en que no se bancan a Morgado.
Estaba en la facultad en medio de un examen final y no sabía
nada. ¡Estaba en el horno! Me senté atrás de todo, levanté la
mano, el profesor me miró y le mostré una teta. ¡Aprobé!
Cuando me estoy bañando y tengo la crema de enjuague
puesta, me hago un peinado tipo punk y salgo de la ducha
para ver en el espejo cómo me queda.
Mil veces me dijeron “No abras la heladera descalzo”. Entonces
¿qué hago? Desafío a la electricidad. Para abrir la
heladera, pego un salto y, cuando estoy en el aire, abro la
puerta antes de que mis pies toquen el suelo. Me imagino si
alguien me ve... ¡Me internan!
Tengo un problema. Siempre que estoy en algún lugar público
tiendo a imaginar cosas. Por ejemplo si estoy en un
teatro imagino que los actores se vuelven locos y empiezan
a gritar o a correr desaforadamente moviendo brazos y cabezas,
o cuando estoy en alguna clase haciendo un examen
me imagino a los profesores bailando o cantando. Esto me
perjudica realmente porque me distraigo demasiado.
Cuando un insecto se posa sobre la pantalla del monitor, intento
espantarlo con el puntero del mouse. Obviamente no
tiene ningún efecto sobre el bicho.






146 www.tusecreto.com.ar
Cuando estoy comiendo una mandarina y veo que hay algún
gajo mucho más chico que los demás, no me lo puedo comer
porque pienso que es el hijo de los gajos más grandes y me
da lástima. Por si fuera poco, mientras me como los gajos
más grandes pienso que estoy dejando huérfano al pobre
gajo chiquito.
Me gusta pararme frente al espejo, mirarme a los ojos y repetir
mi nombre hasta que pierde todo sentido. De golpe yo
también lo pierdo, me mareo y me voy lejos. Una vez terminé
llorando porque no podía volver.
Siempre que voy a un restaurante o bar, apenas entro miro
disimuladamente si tienen algún cartel de Pepsi o Coca
Cola para pedir tranquilo y que no me digan “¿Puede ser
Pepsi?”.
Cada vez que termino de bañarme, me miro en el espejo
y recreo la escena de la película Terminator 2, cuando el
androide llega a la tierra después de una nube de truenos
y aparece agachado, levantándose lentamente con cara de
malo.
Al primer café de la mañana (antes de ir a la oficina) lo corto
con un chorrito de whisky. Nadie se da cuenta. Me hace
tener una visión más relajada de las cosas.
Cuando voy al baño en una casa ajena espío el botiquín y
miro la ducha para ver qué shampoo usan.






locuras 147
Soy fanático de leer catálogos de electrodomésticos. Me
imagino todas las cosas que tendría en mi casa si tuviera
plata para comprarlas.
Cuando viajo en bondi, cierro la boca apretando los dientes
y dibujo con la punta de la lengua distintas formas sobre la
parte de atrás de los dientes. Estoy segura que apenas lo
lean, van a empezar a probar.
Me encanta bañarme sentado en la ducha.
Después de bañarme, me encanta acostarme unos minutos
totalmente desnuda en mi cama. Es una sensación
increíble.
Cuando compro puchos en un kiosco, le pago al flaco y me
doy media vuelta como si me los olvidara, pero rápidamente
giro, los agarro y le digo “Tú también estás invitado al estreno”,
como la publicidad de Parliament que hacía Antonio
Banderas.
No puedo evitar meter la cabeza dentro de la pecera cuando
el agua está limpia. Los pececitos vienen y me succionan la
nariz, es una sensación muy rara.
Cuando termino de comer, me voy del comedor y empiezo a
correr arrastrando los pies como en la presentacion de Alf;
me tiro de un salto a la cama, y cuando caigo digo “¡y Benji
Gregory!”.







148 www.tusecreto.com.ar
Probé de nebulizarme con vino. Te hace toser, nada más. Mi
vieja me preguntó qué me pasaba; le dije que me ahogué
con saliva.
Cada vez que alguien me dice su fecha de nacimiento, no
puedo evitar calcular en qué mes quedó embarazada su
madre. Es muy tentador.
Para no perderme en la línea D del subte, memorizo el recorrido
de esta manera: “A Scalabrini Ortiz lo mordió un bulldog
(Bulnes) y le hizo un agujero (Agüero). Entonces llamaron
a Pueyrredón que había estudiado en la Facultad de
Medicina pero se calló (Callao) la boca y fueron a Tribunales.
Festejaron en la 9 de Julio y pasearon por la catedral.
Leí seis veces el libro de Maradona Yo soy el Diego de la
gente. Lo que pasa es que soy fanático de él... Y medio boludo
también.
Cada vez que me sacan una foto, me hago el boludo y voy al
espejo más próximo con la misma cara para ver cómo salí.
Cuando por la calle me dan folletos de centros de belleza,
digo “No gracias, no me depilo”. Amo ver la cara que
ponen.
Hago todos los cálculos de precios en litros de cerveza. Por
ejemplo: “Esa remera vale 35 litros”, “Ese auto vale 45 mil
litros”.







locuras 149
Odio cuando voy a cobrar, más precisamente el momento
en que cuentan la plata. Esos deditos de los bancarios se
mueven demasiado rápido, y por más que lo intento y lo intento
nunca logro contar los billetes a tiempo, siempre me
falta alguno. Cuando ya me los dan, me pongo a contarlos
yo, lentamente, sintiendo la presión de la gente que está
atrás de mí esperando para cobrar.
Mi mayor sueño es tener una máquina para cortar fiambre y
cortarme cien de salame en casa.
Hay algo que quiero hacer desde pequeña, y es limpiar un
colectivo bien, bien sucio, con mucho barro hasta las ventanas.
Limpiarlo despacito, con una esponja y un balde.
Escondo mis ahorros en un doble piso del freezer. Es casi
como un plazo fijo, ya que para sacarlo debo descongelar la
heladera y picar el hielo un buen rato.
Cada vez que veo en algún local el cartelito de “Sonría, lo estamos
filmando” me río como un boludo y empiezo a mirar
para todos lados para ver dónde está la cámara.
Para mí todas las letras del abecedario tienen un sexo y cierta
personalidad. Por ejemplo, la “K” es una mina re trola.
Cuando hacen gelatina en mi casa, la saco de la heladera, le
meto una pajita, y empiezo a chupar. ¡Me encanta! Después
se quejan porque no saben por qué sale tan chiquita.







150 www.tusecreto.com.ar
Siempre que voy al baño me siento cinco minutos para calentar
el asiento, y recién entonces me bajo los pantalones.
Cuando cocino me gusta imaginarme que estoy en un programa
de TV y voy explicando la receta.
Descubrí que, como muchos, tengo un pequeño juego con
la heladera. Al abrirla, la puerta vuelve a cerrarse sola a
menos que la agarre. Entonces intento abrir, identificar rápidamente
lo que quiero, meter la mano, tomarlo y sacarlo
antes de que la heladera se cierre.
He adoptado la sana constumbre de pasearme en bolas por
la casa cuando no hay nadie. Hasta ahí nada raro, el tema
es que me gusta vestir prendas extrañas al estar desnudo;
por ejemplo una bufanda, un gorro, un cinturón con el celular
colgado, muñequeras, una riñonera, medias hasta la
mitad de la pantorrilla, alpargatas, etc. Me miro al espejo
y me cago de risa viéndome. Es clave usar dos prendas
como máximo.
Hago cubitos de hielo con Coca-Cola para no perder el
sabor.
El otro día me di cuenta de que cada vez que me baño estoy
en puntas de pie. Vaya uno a saber por qué.
Saludo a desconocidos desde el auto. Me encanta ver la
cara que ponen. Muchos saludan por las dudas.







locuras 151
Desde chico tengo la costumbre de ponerle apodos a las
líneas de colectivos. “El vienti” al 24, “El viejo” al 63, “El
príncipe” al 134, etc. El problema es que con el tiempo comencé
a sumarles una personalidad. Entonces “El vienti”
era hincha de Boca y con un carácter de mierda, “El príncipe”,
cortez y eficiente, “El viejo”, bueno pero testarudo. En
fin, cosas que hace todo el mundo ¿no?
Le mandé una participación a mi casamiento a Mario
Pergolini.
Me encantaría robarme la bolita de la ruleta cuando está por
parar y salir corriendo.
Cuando mi compu está muy lenta y veo que está encendida
la lucecita roja por mucho tiempo, le digo: “¿En qué pensas?
Dale, contame...”. Soy una cyber-psicóloga macanuda.
Cuando estoy sola agarro la cámara digital y me filmo charlando
sola. Después lo miro para analizarme.
Estudio psicología y voy al psicoanalista todas las semanas.
Él piensa que estudio arquitectura, y todas las semanas
voy con síntomas diferentes. Le hice creer en todo este
tiempo que tengo todas las patologías existentes. Por un
lado me muero de risa, y por otro lo pongo a prueba a ver
qué tanto sabe. Además lo tengo tan desconcertado que el
que va a terminar loco va a ser él. ¡Ni Freud ni Lacan juntos
te van a salvar!






152 www.tusecreto.com.ar
Después de bañarme me miro desnuda en el espejo y salto
para ver cómo se me mueven las tetas.
Cuando estoy nerviosa en la oficina, tarareo la canción de
La salud de nuestros hijos y me relajo.
Vivo en Villa Crespo y cada vez que salgo de mi casa, me
imagino que le robo la kipá a uno y salgo corriendo.
Siempre que juego al piedra papel o tijera elijo la piedra. Me
da la sensación de que es más poderosa que el resto.
Siempre que compro algo para mí, pido que me lo envuelvan
para regalo. Me encanta hacer trabajar de más a los
vendedores y me emociona abrir el paquete cuando llego
a casa.
Cada vez que me afeito, me hago el sexy como los tipos de
las publicidades de afeitadoras.
Cuando me río y me tapo la boca para contenerme me sale
aire por el costado del ojo derecho. Lo descubrí una vez tratando
de no tentarme. ¿Seré muy deforme?
Desconfío del “redial” de mi teléfono. Pienso que la máquina
va a llamar a otro telefono y me va a hacer quedar como
un boludo.
Respeto los semaforos del GTA Vice City.

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